
Foto: Tony Gentile/ Pool via AP
Empiezo por el final del lunes en la agenda de Francisco. La Basílica
Menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre en un día
cualquiera parece una coqueta iglesia colonial en el decorado exótico de
las montañas de la Sierra Maestra. Véanla como yo en un ambiente
neblinoso, porque una nube ha bajado hasta la colina y la Basílica está
detrás de un velo plomizo, como en un cuadro renacentista. Si no
supiéramos que esto es Cuba, diríamos que es un lugar suspendido en otra
era o en otro mundo.
Ahora añádanle que llega el Sumo Pontífice montado en un papamóvil
que ha atravesado una carretera de montaña. Cuando Su Santidad pone un
pie en el Seminario próximo, donde ya lo esperan 12 obispos cubanos, más
cientos de cobreros humildísimos de la zona, se desata una lluvia
torrencial que hace resonar los tejados como si el agua golpeara el
fondo de una caverna.
Me dice un hombre empapado que ha subido hasta el Santuario, que no
llovía en El Cobre desde el pasado 8 de septiembre -día de la Virgen de
la Caridad en la religión católica- y que hasta las cuatro de la tarde
el lunes no parecía de agua. Por supuesto, atribuye lo que ocurrió
después a un milagro a Francisco en unas tierras castigadas por la
sequía.
En el ínterin, mientras un pequeño
pool de periodista
esperamos en la Basílica, pasan cosas extrañas. Un teléfono no deja de
sonar y cuando lo levanto, es una señora que necesita hablar con el
Papa, porque acaba de ver por televisión que él ha llegado al Santuario.
Unos niños ensayan las voces de un coro que no interpreta música sacra,
sino una canción de Fito Páez. Centenares de rosas azules, amarillas y
rojas, que adornarán la misa de este martes oficiada por Francisco, son
como un bosque de fantasía semiescondido detrás de una puerta. Una
paloma negra da vueltas a sus anchas por la cúpula de la Iglesia, y la
imagen de la Virgen morena, a pesar de ser pequeñita -al menos más
pequeña de lo que su nombre y su historia podrían sugerirnos-, ocupa
toda la atención por mucho que el presbiterio no carezca de imágenes y
formas hermosísimas.
Logramos tener unos minutos casi a solas con “Caridad” -cariñosamente “Cachita”- y verifico detalles que me adelantara
Emilio Cueto, el coleccionista, investigador y autor de
La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo,
el libro más ambicioso que haya hecho un cubano sobre la presencia de
la Virgen en la cultura. Ella siempre mira a los ojos de quien la
contempla. Con su manto dorado abierto, da la impresión de ser un
triángulo equilátero en cuya base está bordada el Escudo nacional. Tiene
una corona con 12 estrellas y se posa sobre una luna con los cuernos
hacia abajo.
Me pregunto, como lo hizo Cueto en su libro, qué tiene esta imagen
que el Papa León XIII dijo que en Santiago se le debía celebrar
solemnemente su fiesta. Y Pio X le dedicó un templo en La Habana,
mientras Benedicto XV la declaró la Patrona Principal de la Isla de
Cuba. Pio XII autorizó su coronación; Pío XII llamó a Cuba “tierra de la
Madre de Dios”, porque ella reina como patrona para los católicos; Juan
XXIII quiso poner a Cuba entera a sus pies; Paulo VI elevó su Santuario
a la dignidad de Basílica Menor; Juan Pablo II la acompañó en Santiago y
en La Habana; y Benedicto XVI le entregó personalmente una rosa de oro.
Ahora Francisco le dedica una oración y le entrega un vasija de plata
que tiene flores con pétalos de cerámica. La joya acompañará a las
miles de ofrendas, magníficas o sencillas de muchísimos cubanos; desde
la medalla de oro que le concedieron al escritor Ernest Hemingway como
Premio Nobel de Literatura, hasta un montoncito de tierra de Baracoa de
una madre anónima.
El anillo del pescador

Llega el Papa Francisco al poblado del Cobre, en Santiago de Cuba. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate
Para llegar al Cobre tuvimos que volar antes de Holguín a Santiago de
Cuba. He descubierto que los momentos en avión son los mejores para
obtener información. Algunos de los más importantes expertos
vaticanistas están atrapados en la jaula de hierro, a veces aburridos y
con deseos de hablar, y he tenido la suerte de que justo a mi izquierda
está sentada Elisabetta Piqué la autora del libro
Francisco. Vida y Revolución, principal fuente documental de una película reciente que protagoniza el actor Darío Grandinetti.
Le pregunto por qué el Papa no utiliza el anillo del pescador, el aro
de oro con el símbolo alfa (α) que en más de 200 pontificados ha
llevado el máximo jerarca de la Iglesia Católica. Cuando un pontífice
muere, se destruye el anillo que lleva grabado el nombre del pontífice y
es uno de los grandes símbolos papales, utilizado en la antigüedad para
sellar los documentos. “Bergoglio tiene el suyo y lo usa, pero solo en
muy contadas ceremonias. No se siente su alteza real, sino un obispo, un
pastor. Es parte de las características de su papado”, me dice.
Elisabetta es la corresponsal en Roma de La Nación de Buenos Aires y
fue la única periodista que no solo estaba segura de que Jorge Bergoglio
tenía grandes posibilidades de convertirse en Obispo de Roma, sino que
lo publicó en su periódico antes de que sucediera. En marzo de 2013 sus
fuentes en el cónclave le habían avanzado las posibilidades del
argentino y era inminente el efecto avalancha en el respaldo
cardenalicio. Como ocurrió. Para muchos en el vuelo papal es como la
“Biblia” de los periodistas, a la que se le puede preguntar casi por
cualquier cosa, incluyendo el curioso detalle del anillo del pescador,
que no le hemos visto al Papa en Cuba.
Pero una cosa lleva a la otra. Elisabetta me comenta que hoy La
Nación ha publicado una entrevista con Fernando Lucero Schmidt,
vicerrector de la Universidad del Salvador (USAL), en Argentina, quien
participó con Francisco en la preparación del libro
Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro.
¿Qué motivó a un Beroglio de 1998, recién nombrado Arzobispo de Buenos
Aires, a enfrascarse en un proyecto como este? ¿Por qué estaba Cuba en
su horizonte?
“Esta visita significa (la de Juan Pablo II) a mi criterio la
concreción práctica del pensamiento de Francisco respecto de la
importancia del diálogo para obtener, desde el pluralismo y la
participación, la consolidación de su pensamiento, no solamente de la
Iglesia como interlocutora válida entre los pueblos y los gobiernos,
sino de la búsqueda del universalismo respetando las diferencias de tal
manera que se respete al hombre en su dignidad plena”, comenta Lucero a
Piqué.
No es la autoridad para Francisco un asunto de jerarquía -metáfora
del anillo-, sino de capacidad de diálogo. El diálogo, coincide
Elisabetta, es la palabra mágica de este Papa. Y su presencia en La
Habana, en Holguín y, ahora a punto de desembarcar en Santiago, es la
prueba de que esa palabra sigue estando unida a las cuatro letras de
Cuba.
El Hombre Nuevo

El
Papa Francisco felicita a un coro de niños durante la bendición de la
ciudad de Holguín en La Loma de la Cruz, y les dice: “No se olviden de
rezar por mí”. Foto: Ladyrene Pérez / Cubadebate
Me lo confirma un meteorólogo holguinero: hoy en la Misa que dirigió
el Papa en la Plaza de la Revolución “Calixto García”, la percepción de
calor era de 39,2 grados Celsius, aunque los termómetros marcaban 35
grados. Y aún así, los asistentes resistieron la dura canícula con
estoicismo. ¿Por qué?, le pregunto a Miguel Ángel Pupo, trabajador de
Cubaníquel, en Moa. “Me gusta lo que dice y cómo lo dice”, añade
simplemente.
Oneida Muñoz, profesora del Pedagógico de Holguín, complejiza su
respuesta: “Él predica el Evangelio, no el catecismo, lo que no quiere
decir que se desentienda de la doctrina cristiana. El Evangelio es
revolucionario y yo siento que él está aquí más para hacer y menos para
decir”.
“Me parece que está predicando a favor del Hombre Nuevo”, responde
Alberto Regalado, economista de la Empresa de Comercio y Gastronomía en
Holguín, y lo que dice me parece ya una exageración. La homilía de
Francisco no tocó asuntos políticos, ni el bloqueo, ni la recomposición
de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, a la que apoyó con sus
oficios diplomáticos. “¿De dónde saca usted semejante idea?”, reacciono
incrédula. “Revise la homilía y verá.”
Cuando regreso del Santuario del Cobre en la noche ya despejada,
busco en Internet la frase del Che, harto conocida: “El revolucionario
verdadero esta guiado por grandes sentimientos de amor. Es impensable un
revolucionario autentico sin esta cualidad… Todos los días hay que
luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos
concretos, en actos que sirvan de ejemplo y de movilización”.
Luego, reviso la homilía de hoy, que escuché como todo el mundo, pero no con semejante prisma. Dice Francisco:
Después de mirarlo con misericordia,
el Señor le dijo a Mateo: «Sígueme». Y él se levantó y lo siguió.
Después de la mirada, la palabra de Jesús. Tras el amor, la misión.
Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con
Jesús, con su amor misericordioso, lo ha transformado. Y atrás queda el
banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él esperaba
sentado para recaudar, para sacarle a otros, ahora con Jesús tiene que
levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús
lo miró y Mateo encontró la alegría en el servicio.
¿De la Virgen de la Caridad, al Diálogo y al Hombre Nuevo?, me pregunto. Y por qué no
http://www.cubadebate.cu/noticias/2015/09/21/viaje-con-francisco-cachita-el-anillo-de-pescador-y-el-hombre-nuevo/#.VgFms1LVErg