sábado, 28 de julio de 2012

Noche de buen gusto en inicio de la fiesta

Por Eyleen Ríos López

Espectacular como lo habían prometido. Bien pensada y cargada de historia y excelente música resultó la ceremonia con que quedaron abiertos al mundo los XXX Juegos Olímpicos.

Aunque el encendido del pebetero dejó a muchos con deseos de más artificios, el acto concebido por Danny Boyle desbordó originalidad y buen gusto para reflejar la cultura de una nación que acoge estas citas por tercera vez.

Los más de 80 mil espectadores presentes en el Estadio Olímpico fueron parte de un recorrido artístico que retomó desde la fundación del país hasta los tiempos de internet, siempre apoyado en un soporte rítmico envidiable.

Cuba ocupó el lugar 50 en el desfile iniciado a las 10 y 20 de la noche con el habitual liderazgo de Grecia y cierre de los anfitriones, vestidos de blanco y dorado para la ocasión.

El luchador del estilo grecorromano Mijaín López, quien defenderá aquí su reinado de Beijing´08, portó el pabellón de la estrella solitaria acompañado por varias de los otros estelares de la isla.

El verdor de la campiña inglesa, los mineros, la revolución industrial, héroes y villanos de la literatura infantil, y una reina Isabel II simbólicamente llegada en paracaídas tras ser escoltada por el famoso agente 007 se integraron a una narración de fino humor y mucho encanto.

Con tales antecedentes cabía esperar algo más relevante para el instante cumbre en que la pira cobró vida, pero esta hizo su aparición en el centro mismo del Estadio Olímpico, sin buscar altura, y el fuego le llegó de manera atípica.

Por primera vez en la historia fueron siete los atletas escogidos para la ocasión, y con ello los organizadores rindieron homenaje a otras muchas estrellas de casa, una decisión que mostró el interés por dejar detrás caminos trillados, aunque no gustó a todos.

No faltaron, por supuesto, el Big Ben, el Támesis, Winston Churchill y Charles Chaplin, el sonido de Queen y los Rolling Stones, o el simpático Rowan Atkinson haciendo de las suyas con la finura que le ha encumbrado.

Uno de los momentos más simbólicos fue el traslado de la bandera olímpica con personalidades como el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, la ecologista Marina Silva, y el mítico y ahora muy limitado exboxeador Muhammad Ali, a quien la afición regaló sus respetos.

«Declaro inaugurados los Juegos de Londres en celebración de la XXX Olimpiada de la era moderna», dijo la reina Isabel II después que Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional, elogiara a la sede y destacara que por primera vez todos los países presentaran féminas a competir.

«Fue aquí que los conceptos de deportividad y juego limpio fueron codificados en forma de reglas claras. Nunca estuve tan orgulloso de ser británico», había dicho antes Sebastian Coe, el jefe del comité organizador.

Fueron muchas horas en el bello escenario, pero hubo poco espacio para el letargo y la despedida con el mítico Paul McCartney cantando la no menos conocida Hey Jude en noche fresca y sin lluvias terminó por afianzar ese sentimiento.

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